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Bullying, violencia y sufrimiento. Conciencia sobre el abuso escolar

Intentos de suicidio, depresiones, trastornos de estrés postraumático… El acoso escolar tiene un gran impacto sobre la salud de los niños y adolescentes. En muchos casos, dichas secuelas llegan hasta la edad adulta. Necesitamos, por tanto, nuevas maneras de abordar esta forma de violencia.

El bullying es “un comportamiento agresivo y no deseado entre niños en edad escolar. El cual involucra un desequilibrio de poder. El comportamiento se repite o tiende a repetirse. Tanto los niños que son acosados como los que acosan pueden padecer problemas graves y duraderos”. Hay que tener en cuenta que, si bien el acoso entre niños se suele producir durante el horario escolar, también ocurre fuera de la escuela. Tal como en lugares como el colectivo, el barrio de los implicados o internet y redes sociales.

Humillación, burlas, amenazas, acoso cibernético, empujones, propagar rumores, invisibilizar… El acoso que se vive en las aulas tiene muchas formas, muchos relieves y aristas pero todas ellas se pueden traducir en unas mismas palabras: violencia y sufrimiento. Quizá, por ello, deberíamos empezar a pensar que en realidad, el bullying es un problema de salud pública.

Asimismo, algo que está presente en la vida de estos menores son los trastornos de ansiedad y la depresión. Unos efectos que además se arrastran hasta la vida adulta, mermando por completo el desarrollo psicosocial de la persona. Por tanto, para tratar este problema largamente enquistado de nuestra sociedad, se necesita algo más que buenas intenciones.

Es prioritario que empecemos a ver esta realidad como un problema de salud pública, porque quien vive en piel propia esta experiencia, sufre física y psicológicamente y las secuelas son perdurables.

El bullying es un problema de salud pública y si los organismos públicos lo vieran así, tal vez avanzaríamos a la hora de abordar este tema. Porque esta forma de violencia necesita de algo más que del compromiso activo de todos los agentes de nuestras escuelas e institutos y de las propias familias.

Es vital un reconocimiento institucional de que esta forma de violencia atenta contra el bienestar físico, psicológico y emocional del ser humano.

Imagen simbolizando que el bullying es un problema de salud pública

El bullying es como una enfermedad que puede llegar a ser mortal

Hay pequeños de muy cortada edad que acuden a salud mental para ser tratados por los efectos del bullying. Los acosadores de nivel primario existen y pueden alterar por completo la salud de aquel que eligen cómo víctima. A edades muy tempranas pueden aparecer problemas de sueño, alimentación, enfermedades psicosomáticas… Los efectos, suelen ser tremendos.

Asimismo, aquellos niños más grandes y adolescentes que sufren acoso de manera constante suelen sentir las secuelas hasta la edad adulta. Se experimenta, en muchos casos, un trastorno de estrés postraumático, una merma persistente de la autoestima y una mayor vulnerabilidad al estrés y la ansiedad.

Hay niños y adolescentes que silencian lo que les ocurre, que nunca llegan a pedir ayuda. Los hay que llegan a la madurez intentando borrar de su mente aquellas vivencias. Y aún así, las heridas están ahí, las que no se ven, porque el bullying no siempre va de golpes y empujones, sino de ofensas y humillaciones.

Todo ese poso de dolor no resuelto, permanece latente, alterando la personalidad, el rendimiento, la oportunidad de ser felices. A menudo, ni padres ni profesores conocen la situación de ese adolescente que en un momento dado, realiza su primer intento de suicidio. La persona acosada elige esta opción no por cobardía, sino por el deseo de dejar de sufrir, de tener que experimentar ansiedad cada vez que sale de casa para acudir a clase.

Si no explican su problema en casa es por vergüenza o sencillamente, por no preocupar a los padres. Si no dicen nada a los tutores o profesores es por falta de confianza o peor aún, por dar por sentado que nada va a cambiar o que las cosas, pueden empeorar más.

Estamos ante una forma de violencia como la que se ejerce por razones de género, raza, religión, etc. Para abordarla, hay que entender el origen: sociocultural, familiar, escolar, personal… Más tarde, desarrollar un intervención  que debería llegar a todos los ámbitos posibles.

La sociedad debe ser consciente de que el acoso es violencia y que no podemos normalizarla, ni dejarle espacio. La escuela y la familia, son esos dos ejes centrales tan complejos de manejar y de «educar».

Los padres deben ser modelos de respeto, de empatía y de sociabilidad positiva. La formación y educación parental sería sin duda una buena estrategia. Por último, y no menos importante, necesitamos una intervención sociosanitaria cercana y sensible hacia las víctimas para evitar el impacto de las secuelas del bullying. También es necesario centrarnos en el acosador. Entender el por qué de su conducta y reeducarlo, sería siempre una buena estrategia.

Reflexionemos en esta realidad a menudo silenciada de nuestra sociedad y borremos para siempre esta forma de violencia tan lesiva.

Chico representando que El bullying es un problema de salud pública

Texto adaptado de La mente es maravillosa
Psicóloga Valeria Sabater.

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